Potro de Herrar

Los potros de herrar eran las construcciones donde se herraba al ganado. Muchos de los que había en los pueblos de la sierra madrileña fueron destruyéndose con el paso del tiempo, aunque gracias a la colaboración de la Comunidad de Madrid mediante la concesión de diversas ayudas, este patrimonio fue recuperándose, como así ocurrió con el potro de herrar de Horcajuelo de la Sierra.

Los potros de herrar solían constar de dos hileras paralelas de tres postes cada una, tradicionalmente de granito, aunque, los más antiguos, eran de madera.

Los dos pares posteriores podían llegar a tener más de dos metros de altura mientras que el anterior era más bajo. Ambos se encontraban unidos longitudinalmente con varas metálicas o palos de madera en su tercio superior, y con una vara metálica en el borde de los dos pares delanteros. Entre los postes que enlazan el primer par con el segundo, se situaba el yugo o lubio

El animal era introducido dentro del potro e inmovilizado fijándole la cabeza al yugo, y pasándole una o dos cinchas de cuero por debajo de la panza. Estas, apoyadas en los palos o varas longitudinales, así como en las varas metálicas superiores, se accionaban a modo de una polea para elevar al animal.

La bestia, colocada ya en vuelo, estaba en disposición de ser sometida a la extracción de las herraduras viejas. Era entonces cuando el herrador las quitaba ayudándose de escofinas, martillos y tenazas.

A continuación, por medio de una cuchilla plana llamada pujavante, limpiaba y nivelaba el casco o las pezuñas, con objeto de conseguir que la herradura asentase debidamente. Hecho esto, el herrador procedía a la colocación de la nueva herradura, que se sujetaba con clavos.